Cuando los rayos del sol naciente acariciaban el imponente Urkunina, el valle de Atriz y su gente, despertaban temerosos ante el fuerte rugido del Volcán Galeras, la tempestad y la angustia del pueblo iniciaba mientras la tierra temblaba, la majestuosa montaña expulsaba su furia por todos los pecadores que habitaban en la mal llamada Villaviciosa, sin embargo el mandato divino tuvo misericordia de aquellas almas buenas que aun permanecían fervorosas esperando un milagro ante el fatal desastre que se desencadenaba.
Así, la luz de esperanza y benevolencia se vio reflejada en un brote de agua viva, del cual emergió un fragmento ardiente de una de las personas más significativas de la bienaventuranza y el regocijo espiritual, un personaje a fin a la niñez que refleja el desapego a las cosas materiales y vanales; era una pieza del corazón de San Felipe Neri, el cual fue encontrado a las orillas del Rio Mijitayo por el Padre Francisco de la Villota, quien al tomarlo entre sus manos sintió inmediatamente paz en su interior y una motivación celestial para ¨hacer todo con amor¨.
Fue así como el Padre Francisco de la Villota, decidió hacer un monumento para congregar al pueblo, recuperar lo bueno que había en ellos y compartir sus enseñanzas con la filosofía del amor.
La Memoria Urbana 