EL FANTASMA DE TAMINANGO

Publicado: 18 abril, 2013 de tatokeeper18 en Capilla de Lourdes, Capilla de Nuestra Señora de Lourdes

RELATOS SONIDOS DEL SILENCIO
VIVENCIAS Y RELATOS FANTASTICOS DEL PASTO DE ANTAÑO.
La historia de nuestra comarca siempre se viste de gala cuando de narrar hechos trascendentales ocurridos en nuestro suelo se trata. Son incontables los ilustres personajes que tuvieron el honor de vivir o simplemente transitar por el inolvidable San Juan de Pasto en épocas pretéritas.
Personas venidas de otras latitudes y que hace dos siglos o más, sentían el llamado de este suelo bendecido por Dios. Blancas damas de finas siluetas y de esbelto andar, engalanaban con su belleza las pocas calles de nuestra naciente comarca. Esos mismos ciudadanos de aquel entonces, junto a los pobladores de las 26 aldeas que circundan a Pasto fueron haciendo nuestra historia que ha ido pasando de generación en generación.
Son vivencias del Pasto antiguo, relatos y costumbres de nuestros abuelos mezclados con una exquisita fantasía que cautivaba la imaginación de los párvulos y lugareños de aquellos tiempos de 7ensoñación.

EL FNTASMA DE TAMINANGO

LOS SONIDOS DEL SILENCIO

Son las seis de la tarde, el sol se ha terminado de ocultar en el horizonte y el viento del sur agita con furia los arbustos en las cercanías del barrio Taminango. Juanita, una encantadora niña del sector apura el paso con su madre por entre las piedras de la quebrada mijitayo, en procura de alcanzar el callejón que las llevará hasta su casa, antes de que el fantasma haga su aparición.
A esa hora nadie se atreve a salir; los habitantes, cierran puertas y ventanas porque saben que más tarde la infortunada alma en pena asecha el lugar con su escalofriante alarido. Todo es silencio en el barrio compuesto por casitas de corte español, y solo se escucha el silbido del viento al deslizarse por las callejuelas pedregosas aledañas a la capilla de Lourdes.

De repente, por las tapias de la capilla de las Concepteas, se desplaza con mucha parsimonia una sombra encorvada. Corresponde al cuerpo cansado de un hombre de avanzada edad, la pobre luz que emana de los faroles forrados en lienzo, devela su aspecto arrugado curtido por el tiempo. Se trata de Pedrito, un mendigo de luengas barbas, que todas las noches ronda en busca de posada en el lugar no sin antes verificar que todos los faroles estén encendidos. Tímidamente, el desarrapado se acerca hasta el último de los faroles de lienzo, y mirando hacia todos lados, con dificultad intenta constatar que este correctamente dispuesto. Dando media vuelta, se retira santiguándose con la mirada clavada en la quebrada por donde comentan que deambula el fantasma, una y otra vez vuelve a santiguarse hasta que desaparece en los callejones brumosos cercanos a la antigua casona de las gualomvas.

En el sitio reina el silencio, solo se oye la suave melodía y el cantar de las aguas al toparse con las piedras cuando pasan bordeando la capilla de Lourdes; también, se percibe el suave murmullo de un grupo de señoras rezando el santo rosario, interrumpido solamente por los alaridos estremecedores del alma en pena que todas las noches y a la misma hora recorre sus callejuelas hasta perderse en la quebrada. Nadie sabe de dónde viene y hacia dónde va, unos dicen que mide más de dos metros de altura, comenta el padre de Juanita, mientras la niña con gran atención oye el relato refugiándose en la chalina de su madre junto a sus hermanos y alrededor de la hornilla.

A la mañana siguiente, unos campesinos que transitaban por el sector, encontraron frente al portón principal de las Concepteas, el cuerpo sin vida de un serenatero y bohemio empedernido, quien gustaba frecuentar a las muchachas de dudosa reputación asentadas por los lados de la Aurora. Los curiosos se agolparon alrededor del infortunado artista, los lamentos y congojas de las señoras eran tan fuertes que despertaron al supuesto difunto. Este al ver tanta gente a su alrededor y en medio de su gran borrachera púsose de pie como un resorte y comenzó su relato: Venía yo tranquilamente de visitar las chiquillas de la Aurora, fue cuando decidí cortar camino y me interné por el callejón de Jesús del Rio.

Sentí unos gritos lastimeros detrás de mí, fue entonces cuando decidí correr por los lados de las conceptas para salvar mi vida; pero, como la noche estaba mas oscura que de costumbre, no advertí la presencia de la gran piedra y me estrellé contra ella, hasta ahí es todo lo que recuerdo. Y abriéndose paso por entre la multitud desapareció tambaleándose el serenatero exclamando: tengo que dormir y así recuperar fuerzas para las serenatas de esta noche. La paz y la tranquilidad de la ciudad se habían visto afectadas, pues la gente ya comentaba en los corrillos, que el causante de la supuesta muerte del serenatero era el temible fantasma de Taminango.

Las autoridades tenían que tomar cartas en el asunto lo más pronto posible, y es así como el jefe municipal convocó a una reunión a los moradores del sector para darles instrucciones. El jefe municipal, hombre de baja estatura, regordete, barriga prominente y de bigote espeso, haciendo grandes esfuerzos y con la ayuda de algunos logró encaramarse en una enorme roca situada frente a la capilla de las Conceptas, para dar un discurso y a la vez buscar voluntarios que permitan capturar al fantasma causante de tanta zozobra en la región.

Casi a la fuerza fue conformado el selecto grupo de valientes que irían en busca del espectro para que rindiera cuentas ante la justicia por la supuesta muerte del serenatero. Dicho y hecho, esa misma noche el grupo de valerosos hombres al mando del jefe municipal se encontraban agazapados con sus perros tras unos arbustos en las cercanías por donde la gente comentaba que lo escuchaban pasar. El jefe municipal metió sus manos debajo de su ruana y tras hurgar con dificultad por un buen rato, extrajo una botella de licor muy fuerte, y exclamando en voz baja dijo a sus compañeros: ¿alguien de ustedes quiere un poquito?…..lo digo, porque mi señora dice que el licor fuerte es bueno para aclarar la voz, y yo quiero que el fantasma oiga nuestras voces bien claras cuando lo capturemos. Los demás miembros de la comitiva se miraron perplejos los unos a los otros y se fueron pasando la botella al mismo tiempo que exclamaban “yo también quiero tener la voz clara cuando cojamos al fantasma”.

Una hora más tarde y por la quebrada se escuchan chasquidos de algo pesado, son los pasos y los quejidos lastimeros del alma en pena. Los perros levantan las orejas y dirigiéndolas al lugar de donde provienen los ruidos se desatan en un ladrido ensordecedor. El jefe municipal grita con voz temblorosa: ¡Ahí esta!… ¡Ahí va! ¡Es horrible! ¡No lo dejen escapar.
Es cuando el grupo de valerosos ciudadanos, saltan de entre los matorrales con palos, machetes y comienza la persecución quebrada abajo.

El extraño ser al verse perseguido y asediado por el gran número de perros, decide internarse en las aguas poco profundas de la quebrada hasta llegar a una pequeña cascada en los bajos de la capilla de Lourdes.
Alguien de los perseguidores grita, ¡Lo tenemos! ¡Lo tenemos! y poco a poco el fantasma se ve acorralado por los perros que en semicírculo lo

acosan. El grupo de hombres llega en seguida y situándose detrás de sus perros lo esperan con gran curiosidad, al fin y al cabo sería la primera vez que mortal alguno del sector tendría contacto directo con el fantasma.
Minutos luego y ayudado por otro compañero, llega al lugar el jefe municipal. Con muestras de ahogo, su cara regordeta encendida como una brasa, y tomando grandes bocanadas de aire gritó: ¡En nombre de Dios, que quieres alma en pena! sal de tu escondite. Desde el interior de la cueva salió la voz quebrada y débil de un ser que suplicaba que lo dejen bañar con tranquilidad en la pequeña cascada, que se moría de fiebre.

De repente, de entre las rocas va saliendo un cuerpo vencido por la enfermedad de la lepra, toda su triste humanidad está cubierta por un manto blanco, solamente se ven sus manos que muestran sus carnes en descomposición y sus ojos hundidos testigos silenciosos de su calvario.
El jefe municipal toma en su mano un farol, y con mucho sigilo se acerca hasta quedar frente al infortunado, pero al sentir el fétido olor que se desprende por entre la sabana decide retirarse más y exclama: ¿ Quién eres tú?

Soy un pudiente y honorable ciudadano pastuso repuso, y quitándose el manto blanco que lo cubría exclamó ante las sorprendidas caras de sus perseguidores. Esta es mi tristeza, calvario que en pocos años hizo estragos en mi cuerpo como lo están advirtiendo. Es así, como se explicaba la desaparición del prestigioso ciudadano y el motivo para que jamás se lo hubiera vuelto a ver más en la comarca. Nunca más se volvió a saber del infortunado ciudadano, de pronto fue llevado por sus familiares a una de sus tantas propiedades que poseía a pasar los últimos días de su triste peregrinar por este mundo.

Desde entonces, volvió la tranquilidad al sector de Taminango. Juanita, la niña de dorados cabellos y sus amigas juegan felices a las cocinadas en las pedregosas calles del barrio. Los chicos, cantando tonadas sureñas se entretienen lanzando piedrecillas a la quebrada de Mitayo. Los corrillos en las esquinas, comentan sobre las escasas noticias que se generan en la ciudad. Pero, siempre y como de costumbre al dar los seis repiques que anuncian el fin de la tarde y comienzo de la noche, los lugareños sobrecogidos apuran el paso hasta recogerse en sus casas, esperando la sorpresa que les traerá los sonidos del silencio…….en las noches de nuestro Pasto viejo.

Deja un comentario